AMOR, HERMAFRODITA DE VIÑA, LIBROS VIEJOS, UN €URO Y UN BESTIARIO

Hace pocos días encontré en una librería (sitio donde venden libros, no confundir con biblioteca donde los prestan), un rincón de libros viejos, empecé a mover tomos hacia un lado y hacia otro, allí lo vi . Fue lo nuestro un amor a primera vista (el libro se dejo acariciar y soltó esa olor a tinta característica que solo sueltan los libros no leídos) comprendí que aquel libro me estaba esperando, no lo elegí yo me eligió el a mi.

Su titulo BESTIARIO de Javier Tomeo.
Editorial Montena
Edición de 1.988
Su precio entonces 650 pesetas.
Su actual precio un €uro. Lo compre.

Después de ojearlo - ya en mi casa - decidí (ignorante de mi) que se trataba de un autor desconocido y que de vez en cuando publicaría un capitulo de este bestiario, citando a su autor (Javier Tomeo).


Y aquí copio un capitulo:
CAPITULO 64 - El caracol de viña

No voy a repetir ahora lo que ya dije antes. En esta ocasión voy a hablar únicamente de amor.

Nosotros, como usted sabe, somos hermafroditas. Tenemos las células femeninas y masculinas instaladas en la misma glándula. Tal vez, de habérnoslo propuesto hace siglos, hubiésemos conseguido reproducirnos a nosotros mismos.

Pensamos sin embargo, que el único amor que merece la pena es el que inspiramos y, al mismo tiempo, encontramos en los demás. Nunca quisimos, pues, renunciar a los galanteos del amor y a los ritos nupciales. Jamás pretendimos recrearnos a nosotros mismos y para acoplarnos y perpetuar nuestra raza necesitamos acoplarnos a otro caracol. Las paradas nupciales varían según las especies. Los caracoles de viña, por ejemplo, nos erguimos el uno frente al otro, apoyados sobre nuestros pies y luego nos acoplamos en silencio.

-Hermafroditas imperfectos -dicen algunos puritanos.

-Tal vez -replicamos nosotros-. Pero más imperfecto debió de sentirse el rey Hermafrodito, con sus senos artificiales de mujer y su larga cabellera. Nosotros, por lo menos, no recurrimos al disfraz. Nos mostramos en el amor tal como somos en realidad: con nuestras conchas univalvas y excéntricas, con nuestras cabezas bien diferenciadas, con la minúscula lengua dentada en la boca, con nuestros estómagos alojados en el pie. Lentos como grandes duques abrumados por la gota.