ME HE TOMADO LA LIBERTAD DE COPIAR ESTE ARTICULO DE JOAN BARRIL, PUBLICADO EN EL PERIODICO DE CATALUNYA EL DIA 5 DE MARZO DEL 2.010
TAMBIEN LE HE CAMBIADO EL TITULO QUE NO ES "OTERFES" SI NO "FALTAS DE ORTOGRAFÍA".
Faltas de ortografía
JOAN BARRIL
A veces las ciudades suelen ser un verdadero parque de atracciones para los que se acercan a ellas con ganas de mirar. Ayer subía por la calle de Ferran, en dirección a la plaza de Sant Jaume, con el corazón herido de tanta política vana. De pronto, un tumulto, unos mossos d’esquadra, muchas miradas a las azoteas por la sospecha –me dijeron– de un humo travieso y, luego, nada. Me encuentro entonces ante un escaparate de artículos de piel, bolsos, carteras y guantes que van a ser inútiles en la primavera. Alguien ha pegado en el cristal unas cifras: 80, 70, 60. Intuyo que se trata del descuento que el comercio piensa aplicar a sus artículos ante el buen tiempo que tarde o temprano va a llegar. Encima de las cifras, en letras blancas y enormes, una sola palabra «Oterfes». Me pregunto quién es el tal Oterfes. ¿Acaso es un héroe griego dedicado a confeccionar las bolsas en las que Hermes, el mensajero de los dioses, llevaba sus recados? Me acerco al cristal. Sin duda el rotulista ha actuado desde el interior y se ha equivocado en un par de letras. Pero no es así. Las yemas de los dedos me indican que las letras han sido pegadas por la parte exterior, es decir, por la parte correcta, que no debería admitir errores.
Con porte de egiptólogo, investigo si los dependientes son naturales del país o tal vez forman parte del colectivo paquistaní o indio que no acaban de controlar el alfabeto occidental. Nada de eso. Tras los mostradores, tres señoras eficaces van poniendo las mercancías en sus cajas y las cajas en los anaqueles. Alguna de ellas me mira y yo muestro mi más feroz mueca de multador lingüístico. Al fin y al cabo «Oterfes» no forma parte de la lengua catalana. Una bonita denuncia a la conselleria de Castells y se van a enterar esos sediciosos ortográficos.
Incapaz de aguantar más una afrenta como la de las «Oterfes», entro en la tienda. «¿Qué desea?» Le digo que en realidad no voy a comprar nada y que solo quería advertirles de esas letras traviesas del escaparate que habían convertido unas legales «ofertes» en un curioso neologismo llamado «oterfes». La señora sonríe y dice: «Ya lo sabemos que pone oterfes. Pero, verá, con lo de 80, 70, 60 nadie se enteraba de nada. En cambio, lo de las oterfes nos ha ido muy bien. Figúrese que gracias a este error ortográfico usted ya está dentro de la tienda».
Hace tiempo que no me sonrojo, pero estuve dispuesto a comprarle a la señora de las «oterfes» un par de guantes de piel de gato montés hasta el codo. O sea, que las palabras son más importantes que las cifras. En la comprensión del mundo, lo único que hay que hacer es buscar un concepto incomprensible, pero que nos llene de seguridad y de satisfacción.
Cuando nadie sabía nada del fin de la crisis, algún sabio como los de la tienda de artículos de piel vino a decirnos que se empezaban a ver brotes verdes. Y esa expresión cambió el talante y el humor de mucha gente. No se trataba más que de una simple metáfora. Pero buena es la metáfora cuando la descripción es demasiado cruda.
Julio Cortázar tuvo un gran éxito inventándose unos personajes llamados cronopios y famas. Al igual que las oterfes, nadie les ha visto jamás. Y los niños hacen lo posible para cambiar el lenguaje de sus padres. Y, entonces, lo que antes era el adjetivo ferm luego pasó a ser chupi y guay. Y tambiénsudo de este trabajo o no me rayes con ese cuento. Así son las cosas tangenciales de la crisis. En las cifras está la tragedia de la historia. Pero es en las letras donde buscamos la salvación.
PARA SABER MAS DE JOAN BARRIL:
JOAN BARRIL
A veces las ciudades suelen ser un verdadero parque de atracciones para los que se acercan a ellas con ganas de mirar. Ayer subía por la calle de Ferran, en dirección a la plaza de Sant Jaume, con el corazón herido de tanta política vana. De pronto, un tumulto, unos mossos d’esquadra, muchas miradas a las azoteas por la sospecha –me dijeron– de un humo travieso y, luego, nada. Me encuentro entonces ante un escaparate de artículos de piel, bolsos, carteras y guantes que van a ser inútiles en la primavera. Alguien ha pegado en el cristal unas cifras: 80, 70, 60. Intuyo que se trata del descuento que el comercio piensa aplicar a sus artículos ante el buen tiempo que tarde o temprano va a llegar. Encima de las cifras, en letras blancas y enormes, una sola palabra «Oterfes». Me pregunto quién es el tal Oterfes. ¿Acaso es un héroe griego dedicado a confeccionar las bolsas en las que Hermes, el mensajero de los dioses, llevaba sus recados? Me acerco al cristal. Sin duda el rotulista ha actuado desde el interior y se ha equivocado en un par de letras. Pero no es así. Las yemas de los dedos me indican que las letras han sido pegadas por la parte exterior, es decir, por la parte correcta, que no debería admitir errores.
Con porte de egiptólogo, investigo si los dependientes son naturales del país o tal vez forman parte del colectivo paquistaní o indio que no acaban de controlar el alfabeto occidental. Nada de eso. Tras los mostradores, tres señoras eficaces van poniendo las mercancías en sus cajas y las cajas en los anaqueles. Alguna de ellas me mira y yo muestro mi más feroz mueca de multador lingüístico. Al fin y al cabo «Oterfes» no forma parte de la lengua catalana. Una bonita denuncia a la conselleria de Castells y se van a enterar esos sediciosos ortográficos.
Incapaz de aguantar más una afrenta como la de las «Oterfes», entro en la tienda. «¿Qué desea?» Le digo que en realidad no voy a comprar nada y que solo quería advertirles de esas letras traviesas del escaparate que habían convertido unas legales «ofertes» en un curioso neologismo llamado «oterfes». La señora sonríe y dice: «Ya lo sabemos que pone oterfes. Pero, verá, con lo de 80, 70, 60 nadie se enteraba de nada. En cambio, lo de las oterfes nos ha ido muy bien. Figúrese que gracias a este error ortográfico usted ya está dentro de la tienda».
Hace tiempo que no me sonrojo, pero estuve dispuesto a comprarle a la señora de las «oterfes» un par de guantes de piel de gato montés hasta el codo. O sea, que las palabras son más importantes que las cifras. En la comprensión del mundo, lo único que hay que hacer es buscar un concepto incomprensible, pero que nos llene de seguridad y de satisfacción.
Cuando nadie sabía nada del fin de la crisis, algún sabio como los de la tienda de artículos de piel vino a decirnos que se empezaban a ver brotes verdes. Y esa expresión cambió el talante y el humor de mucha gente. No se trataba más que de una simple metáfora. Pero buena es la metáfora cuando la descripción es demasiado cruda.
Julio Cortázar tuvo un gran éxito inventándose unos personajes llamados cronopios y famas. Al igual que las oterfes, nadie les ha visto jamás. Y los niños hacen lo posible para cambiar el lenguaje de sus padres. Y, entonces, lo que antes era el adjetivo ferm luego pasó a ser chupi y guay. Y tambiénsudo de este trabajo o no me rayes con ese cuento. Así son las cosas tangenciales de la crisis. En las cifras está la tragedia de la historia. Pero es en las letras donde buscamos la salvación.
PARA SABER MAS DE JOAN BARRIL:
Joan Barril (Barcelona, 1952) es un escritor y periodista español.
Cursó sus estudios en la Universidad de Barcelona y muy pronto comenzó su actividad periodística que combinó con su trayectoria como escritor. Como periodista ha dirigido el semanario El Món y ha ejercido de columnista en las diarios como El País, La Vanguardia y El Periódico de Catalunya. Actualmente escribe un artículo de lunes a viernes en El Periódico de Catalunya y publica un cuento semanal en dicho rotativo.
Presentó el programa La R-Pública en COM Ràdio y actualmente presenta El Cafè de la República, un programa radiofónico sobre actualidad que se emite de 10 a 12 de la noche en Catalunya Ràdio. También, en televisión, trabajó en el Canal 33 de Catalunya, dirigiendo el programa L'illa del tresor junto a Joan Ollé. Actualmente presenta un programa sobre libros Qwerty en Barcelona Televisió. Es fundador y editor de la editorial Barril & Barral.
Cursó sus estudios en la Universidad de Barcelona y muy pronto comenzó su actividad periodística que combinó con su trayectoria como escritor. Como periodista ha dirigido el semanario El Món y ha ejercido de columnista en las diarios como El País, La Vanguardia y El Periódico de Catalunya. Actualmente escribe un artículo de lunes a viernes en El Periódico de Catalunya y publica un cuento semanal en dicho rotativo.
Presentó el programa La R-Pública en COM Ràdio y actualmente presenta El Cafè de la República, un programa radiofónico sobre actualidad que se emite de 10 a 12 de la noche en Catalunya Ràdio. También, en televisión, trabajó en el Canal 33 de Catalunya, dirigiendo el programa L'illa del tresor junto a Joan Ollé. Actualmente presenta un programa sobre libros Qwerty en Barcelona Televisió. Es fundador y editor de la editorial Barril & Barral.
8 comentarios:
Pues me ha encantado...llamar la atencion parece que lo tiene todo permitido...bss
No deja de ser curioso...Divertido a la vez... Somos animales de costumbres decían?...Pues nos las inventamos todas... Todo vale. Y por qué no?.Besos.
Hola Groucho.
Has escrito sobre uno de mis preferidos. Siempre que puedo no me pierdo "EL CAFÉ DE LA REPÚBLICA"
Esta carta de opinión también la había leido.
Para mi tiene razón. Ha llegado todo esto a un punto que todo vale por el cochino dinero. Lo que haría falta añadir es que cuando la señora le diga al cliente que esta mal escrito a propósito, el cliente le responda que se ponga su género en donde le quepa.
No se si yo lo hubiese dicho...no se.
Una abraçada.
Me ha encantado. Si hasta la palabra tiene encanto, ternura.
Debo ser yo que estoy en oterfe. Doy mi corazón con 80 de descuento.
Si aún así no me lo compran es que seguimos en crisis.
BESOS AL PRECIO ORIGINAL.
Y no conocía a Joan Barril.
En este blog se sonríe y se aprende mucho. Gracias.
me encanto jon barril es muy entretenido como lo cuenta..
¿pero "barril" sera su verdadero apellido o es otra travesura linguistica?
Un texto original y lleno de buena ironía.
Un abrazo.
¡qué sólo a Joan Barril se le podía ocurrir el hacer un artículo así! y a ti el recogerlo.
Es muy bueno y el porqué de mantener el error es lo mejor....
Un beso
Publicar un comentario