A veces... veo tecnocratas...

Como diría el niño del anuncio:  A veces... veo tecnocratas..., y yo me pregunto ¿Que hemos hecho con nuestro sistema democrático?

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¿Dónde queda la política?

El quid de la cuestión no es que Mario Monti y Lucas Papadimos sean exeurócratas, economistas y honrados, lo  cual siempre es de agradecer. Lo verdaderamente relevante es que la llegada de los dos al poder es fruto de una degeneración del sistema democrático. Lo realmente inquietante es que carece de importancia el veredicto de las urnas; lo que de verdad pesa es la receta de Bruselas, redactada en Berlín, la extorsión de las agencias de calificación y la presión de los mercados, liberados de todo control y dispuestos a laminar toda resistencia. Lo auténticamente demoledor es que no importa si es la derecha la que dispone de mayoría, si es la izquierda la mayoritaria o si se da un ten con ten de la derecha y la izquierda; lo único que vale es que hay que aplicar la receta, aunque no cure al enfermo.

¿Dónde queda la política?
Si los tecnócratas toman el puente de mando, ¿en qué queda el debate de las ideas? Solo los ingenuos incorregibles pueden suponer que los así llamados tecnócratas se limitan a aplicar asépticamente un programa político moralmente neutro. La verdad de la verdad es que esos tecnócratas italianos y griegos son compendio y suma de una imposición flagrante que desoye a las víctimas del desastre y trata con mucha deferencia a cuantos lo provocaron. El visto bueno de los parlamentos para que los tecnócratas se pongan a trabajar es poco menos que un trámite ceremonioso en el que confluyen el fracaso estruendoso de quienes hasta ayer gobernaron, la necesidad de salvar los muebles en medio de la tempestad, el instinto de supervivencia, la connivencia de algunos con cuantos alentaron el fuego de la crisis, la desorientación general y la esperanza de que, una vez taponada la vía de agua, renazca la política.

Los riesgos que se corren son enormes. Porque puede cundir en el ánimo de muchos ciudadanos -¿de la mayoría?- que da lo mismo votar a unos o a otros, da lo mismo votar o no votar visto que al final no cabe aplicar otro programa que el que ordenan a distancia, pero con contundencia. Y si gana terreno esa conclusión, preñada de pesimismo social y fatalismo histórico, habrá que preguntarse de nuevo: ¿dónde queda la política? ¿Acaso el realismo agresivo ha ganado la batalla al poder blando tan a menudo invocado y tan poco practicado?

http://opinion.elperiodico.com/inter/%c2%bfdonde-queda-la-politica/

Publicado por  Albert Garrido en EL PERIODICO DE CATALUNYA