sábado, 28 de marzo de 2015

Declaracion de principios.






No valgo yo para ir sin sentimientos por la vida... No.

domingo, 22 de marzo de 2015

¿Estamos tontos?


— No hay duda de que se trata de los restos de Cervantes. — Pero este esqueleto tiene las dos manos.. — Es de antes de la amputación. — Ah..

miércoles, 18 de marzo de 2015

y el fuego y la rosa sean sólo uno


No dejaremos de explorar
y al final de toda nuestra investigación
habremos llegado a donde comenzamos
y conoceremos el lugar por vez primera...
cuando las lenguas de fuego se plieguen
para formar un nudo de fuego
y el fuego y la rosa sean sólo uno.
T. S. Eliot
Four quartets


 Foto de Joaquin Campos

Foto de Joaquin Campos

Foto de Joaquin Campos

sábado, 14 de marzo de 2015

...y las nubes un cuerpo y un alma el fuego.

Avión saliendo de las nubes, fotografiado desde mi terraza.


El Ángel Ángel

Y el mar fue y le dio un nombre
y un apellido el viento
y las nubes un cuerpo
y un alma el fuego.
La tierra, nada.
Ese reino movible,
colgado de las águilas,
no la conoce.
Nunca escribió su sombra
la figura de un hombre.

Rafael Alberti

sábado, 7 de marzo de 2015

A quién le importarán tus deudas y tus deudores o los achaques de tus mayores.

Serrat escribió en 1.978 "Ciudadano", hoy he escuchado el C.D. 1978 del cual Ciudadano es el primer tema... me ha parecido tan tristemente actual, que no me he podido resistir a copiarlo y compartirlo.

¿Sera que Serrat era un visionario? o que esta mierda de sociedad no aprende nada, nada y nada, como dice la niña repipi esa del anuncio de los seguros.


Ciudadanos rotos y desarraigados...

 

 

Ciudadano  de Joan Manuel Serrat


Anónimos y desterrados
en el ruidoso tumulto callejero
con los vientos en contra va el ciudadano,
los bolsillos temblando y el alma en cueros.
Rotos y desarraigados,
hablando a gritos,
golpeando los adjetivos precipitadamente,
asfixiados en los humos y en las gestiones,
se cruzan y entrecruzan, sordos e indiferentes
a salvo en sus caparazones.

A quién le importarán
tus deudas y tus deudores
o los achaques de tus mayores.

Así reviente el señor
de miedo y de soledad.
Con Dios, ciudadano,
ya te apañarás.

Y se amontonan y se hacinan
encima, enfrente, abajo, detrás y al lado.
En amargas colmenas los clasifican,
donde tan ignorantes como ignorados
crecen y se multiplican,
para que siga especulando
con su trabajo, su agua, su aire y su calle
la gente encantadora... Los comediantes
qué poco saben de nada, nada de nadie,
y son
ciudadanos importantes.

Hijos predilectos,
científicos admirados,
tiernos poetas galardonados,
intermediarios,
ciempiés,
políticos de salón,
y nueve de cada diez estrellas, lo son.
ESTE CUENTO DE BENEDETTI LO HE PLAGIADO SIN NINGUN TIPO DE ESCRUPULOS, AQUI:

http://borraesoo.blogspot.com.es/2012/06/cuento.html?showComment=1341058495354

... y puede ser un reflejo de nuestro pais, habla de hormigas y obstaculos, de trabajo y dedos que chafan... sin embargo yo creo que habla de ciudadanos, trabajadores, autonomos y de problemas. Tambien habla de Bancos, Mercados é hijos de puta en general que nos machacan con sus decisiones.


A imagen y semejanza
[Cuento. Texto completo]
Mario Benedetti





Era la última hormiga de la caravana, y no pudo seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de azúcar había resbalado desde lo alto, quebrándose en varios terroncitos. Uno de éstos le interceptaba el paso. Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre el papel color crema. Luego, sus patitas delanteras tantearon el terrón. Retrocedió, después se detuvo. Tomando sus patas traseras como casi punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas delanteras se estiraron, en un primer intento de alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el rápido movimiento hizo que el terrón quedara mejor situado para la operación de carga. Esta vez la hormiga acometió lateralmente su objetivo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. Por un instante pareció vacilar, luego reinició el viaje, con un andar bastante más lento que el que traía. Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, exactamente en el punto en que la superficie por la que marchaba, cambiaba de color. Las seis patas hollaron una N mayúscula y oscura. Después de una momentánea detención, terminó por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces un recorrido que incluyó una detenida inspección de ambas porciones, y eligió la mayor. Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese instante libre, apareció una colilla aplastada. La bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro lado del pucho, la superficie se había vuelto nuevamente oscura porque en ese instante el tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A. Hubo una leve corriente de aire, como si alguien hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Ahora el terrón se desarmó por completo. La hormiga cayó sobre sus patas y emprendió una enloquecida carrerita en círculo. Luego pareció tranquilizarse. Fue hacia uno de los granos de azúcar que antes había formado parte del medio terrón, pero no lo cargó. Cuando reinició su marcha no había perdido la ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al reingresar en la zona clara, otro obstáculo la detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso tres veces más grande que ella misma. Retrocedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil durante unos segundos. Luego empezó la tarea de carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al final quedó bien afirmado, como una suerte de mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la segunda A oscura, el andar de la hormiga era casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado dos centímetros por la superficie clara del papel, cuando algo o alguien movió aquella hoja y la hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a la madera del piso. A cinco centímetros estaba el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez con parsimonia, como midiendo cada séxtuple paso. Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el aire y el palito rodó hasta detenerse diez centímetros más allá, semicaído en una de las rendijas que separaban los tablones del piso. Uno de los extremos, sin embargo, emergía hacia arriba. Para la hormiga, semejante posición representó en cierto modo una facilidad, ya que pudo hacer un rodeo a fin de intentar la operación desde un ángulo más favorable. Al cabo de medio minuto, la faena estaba cumplida. La carga, otra vez alzada, estaba ahora en una posición más cercana a la estricta horizontalidad. La hormiga reinició la marcha, sin desviarse jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras hormigas, con sus respectivos víveres, habían desaparecido por algún invisible agujero. Sobre la madera, la hormiga avanzaba más lentamente que sobre el papel. Un nudo, bastante rugoso de la tabla, significó una demora de más de un minuto. El palito estuvo a punto de caer, pero un particular vaivén del cuerpo de la hormiga aseguró su estabilidad. Dos centímetros más y un golpe resonó. Un golpe aparentemente dado sobre el piso. Al igual que las otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito involuntario, en el curso del cual, perdió su carga. El palito quedó atravesado en el tablón contiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidura, que en ese punto era bastante profunda. La hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance erizado de alertas, pero aún así se precipitó en aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó varios segundos rehacerse, escalar el lado opuesto de la hendidura y reaparecer en la superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin otro movimiento que un intermitente temblor en las patas delanteras. Después llevó a cabo su quinta operación de carga. El palito quedó horizontal, aunque algo oblicuo con respecto al cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento brusco y entonces la carga quedó mejor acomodada. A medio metro estaba el zócalo. La hormiga avanzó en la antigua dirección, que en ese espacio casualmente se correspondía con la veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecía correr el menor riesgo de derrumbe. A dos centímetros de su meta, la hormiga se detuvo, de nuevo alertada. Entonces, de lo alto apareció un pulgar, un ancho dedo humano y concienzudamente aplastó carga y hormiga.

FIN

EL TOLDO EN LA PINTURA

EL TOLDO EN LA PINTURA

El toldo rojo, óleo sobre tabla, 50x60 cm.
Obra de Stephen Koek Koek

“Yo avancé siempre con mi profunda ensoñación de artista dominado por la excelsitud de la emoción, del color, de ese tesoro adorable que es la luz.”
Stephen Koek Koek